De Chagall a Malévich: los lienzos de la revolución

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Lienzos de octubre: Los Artistas de la Revolución

La Fundación Mapfre acoge la exposición 'De Chagall a Malévich': un recorrido por las obras más importantes del vanguardismo ruso

Pasear entre cuadros es abrir un paisaje a la historia. En esta ocasión, la Fundación Mapfre propone un trayecto cuyo destino es la Rusia de principios del siglo XX. La muestra “De Chagall a Malévich”, comisariada por Jean-Louis Prat, presidente del Comité Marc Chagall, trata de adentrar al visitante en el singular punto de vista que los artistas rusos expresaron en su obra, inmersos en una atmósfera de trasformación tanto social como cultural. Una convulsión creativa que nace en el marco de la revolución y confiere una revuelta pictórica que consolidó a Rusia como centro de vanguardia artística mundial.

Sin embargo, la hornada de autores de la época contempla un crisol de perspectivas, es por ello que se ha escogido a Chagall y a Malévich como las grandes horquillas que comprenden la retrospectiva. Antagónicos en su expresión y semejantes en el tiempo y atmósfera que les tocó vivir. Un Chagall poético y colorista que convive con la abstracción pura y minimalista de Malévich.

Recorrer las ocho secciones de la muestra permite escuchar los ecos de aquella Revolución de Octubre, que emanan también, de las obras creadas por mujeres como Natalia Goncharova, Vassily Kandinsky u Olga Rózanova y que dan cobijo a diferentes movimientos prolíficos de la época como el cubismo, el futurismo o el constructivismo. Todos aquellos artistas vieron que debían de ser reflejo del cambio de paradigma que estaba sufriendo el mundo, creando señales inequívocas de nuevos lenguajes.

El paseo por la exposición confiere una amalgama de estímulos que emanan de las diferentes concepciones del arte de cada uno de los autores que se recogen en la muestra. Un recorrido dispar con un hilo conductor que, aunque pueda resultar un provocación amable para el visitante, confiere una carga de verdad tan dispar en cada sección que invoca cierto desconcierto. Tanto es así que en la misma muestra se pueden observar desde las simbologías que forman parte del pedigrí suprematista de Malévich con obras como Cuadrado Negro junto a Cruz Negra y Círculo Negro o Nublado, de Vassily Kandinsky, una pintura de carácter abstracto que muestra de forma dramática una espectacular sintonía de color, lo que puede provocar cierta perplejidad al plantearse cómo dos artistas de un mismo tiempo hacían una representación de la realidad tan genuinamente heterogénea.


8 estaciones más allá de Malévich y Chagall

La primera parada que plantea la muestra pretende destacar a los artistas rusos y ucranianos que dieron vida al neoprivitismo, un movimiento que combina la tradición del arte popular ruso con el posimpresionismo. Un diálogo desde sus diferentes comprensiones entre Malévich, que fija imágenes en el campesinado y Chagall, que recoge temas locales de la vida diaria y que dan paso a la siguiente sección; Cubofuturismo y Rayonismo. Una amalgama de estilos que beben de su influencia europea dentro del contexto ruso que desarrollaron creadoras como Liubov Popova y Nadiezhda Udaltsova.

Las formas más radicales de la abstracción y al arte no representativo focalizan su atención en Vassily Kandinsky, uno de los padres del movimiento. Una sección en la que se pueden observar obras como Nublado o Dos jinetes y figura reposando, ambas, evocación de pensamientos e ilusiones que emanan de la filosofía espiritual del autor. El supremacismo es el protagonista de la cuarta estación, un movimiento que según Malévich trata de liberar el arte del lastre del mundo de la representación. Cuadrado negro y Cruz negra plantean esa ruptura con la realidad y, plantean una metáfora de la misma a través de un ideario iconográfico que ya se alejaba del constructivismo, que encontramos en la sala contigua. Un movimiento que rechaza la pintura de caballete y el convencionalismo asociado al arte. Lisitski

desarrolla los diseños tridimensionales de sus Figurines con la motivación de trascender más allá del plano del lienzo, abarcando diferentes disciplinas.

La escuela de Matiushin para el que el cubismo y el futurismo tuvieron una enorme importancia. A través de ellos investigó cómo la observación creaba vías de representación que trascendían en el plano físico y psicológico. Movimiento en el espacio revela cómo Matiunshin concebía lo que él denominaba la “visión ampliada” que otros autores también trataron de evocar.

La antesala del final de la exposición centra su atención en la nueva representación, necesidad que los autores asumieron por adecuarse a la sociedad cambiante de una época en la que solo el realismo socialista contaba con el beneplácito de las esferas de poder. Sin embargo, figuras como Pável Filónov y Kazimir Malévich afrontan una transgresión en los modos y las formas al representar la realidad revolucionaria de la época. Cabeza de Filónov, que bien puede simular a un complejo mapa de una enmarañada ciudad o los Deportistas de Malévich, son dos piezas que presiden la estancia y que rinden cuenta a la nueva intención en la conceptualización del arte.

La última parada es una sección dedicada a las publicaciones que tuvieron relevancia en un ámbito en el que la literatura y el arte comulgaban a través de las vías de expresión que recorre los capítulos de la exposición. Una muestra que acoge uno de los pedazos de la historia más convulsos que protagonizaron algunos de los artistas más reaccionarios de la época.

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