O tasqueiro de Aki Kaurismäki

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O tasqueiro podría considerarse como una oda a la melancolía. El abatimiento de contemplar una vida suspendida en un aire que ahoga. Más allá del martirio del protagonista, la pieza juega con las inevitables señas de identidad de su director, Aki Kaurismäki, prolijo en personajes impávidos, a veces sumidos en incomprensibles y esperpénticas situaciones, eso sí, cargadas de humor negro y colmadas de cierto humanismo capaz de conmover o turbar a partes iguales.

Kaurismäki es internacionalmente conocido por cintas como Nubes pasajeras (1996) o Un hombre sin pasado (2002), por el que se llevó la Palma de Oro en Cannes. Con esta producción ambientada en Portugal y con una duración inferior a veinte minutos, nos traslada a la anodina vida de un camarero de pueblo (Ilkka Koivula) sumido en la triste cotidianeidad.

La bandeja de colores del cortometraje, tiene un tamiz añejo, austero y nebuloso que se envuelven con la racionalidad del sonido ambiente, en ocasiones, mecido por canciones lusas de marcado corte nostálgico como Loucura, de Lucilia do Carmo. Pero la cinta, incuestionablemente, relata un momento de transición en la vida del mesero que evoca un tiempo mejor en el que no es tan sumamente imperante ese aura depresiva que lo rodea. A pesar de la falta de gestualidad de su protagonista, se percibe cierta ambición contenida cuando trata de buscar clientela para su restaurante, fijándose en la carta del que se encuentra a unos metros y al que todos acuden al salir de la misa. Un regateo con su pizarra que anuncia los platos estrella y que va modificando antes de sucumbir a almorzar en el restaurante rival. Sin embargo, el propio camarero recurre a la intención de dar un paso al frente y postrarse ante su amada, no sin antes realizar todo un ritual de gallardía, lustrando sus zapatos, visitando a su barbero, sujetando un ramo de flores mientras espera a que ella baje de un autobús. Podríamos pensar que es un viaje en círculo que cada noche hace el mesero, o simplemente que la apatía en la que este se sumerge viene condicionada por el recuerdo de una noche. Interpretaciones aparte, Kaurismäki trata de sumergirnos en la rutina atemporal a la que se puede sentir sometido cualquiera de los espectadores, por lo que quizá, sin intencionada reflexión, invite al público a analizar cuál es el tiempo perdido; el del pasado o el actual.

Una paradoja enquistada en toda la obra de un Kaurismäki que advierte que para él el cine no es una forma de arte, tan solo es algo que mantiene a los trabajadores calmados para que no hagan una revolución. El metasignificado de O tasqueiro, un cortometraje sobre un trabajador apático que entretiene a espectadores que también se encuentran inmersos en su propia sumisión. Una llamada a la acción sutil y difícilmente inexcusable.

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